Niño.
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Dibujo de Cerezo Barredo (Servicio Koinonía) |
Niño, tierno
niñito, que al mundo te trajo Dios. Naces en los arrabales entre basura, barro
y dolor. Niño frágil, eres entre los frágiles: tu madre trabaja por horas y tu
padre es albañil, tus primos transcurren sus jóvenes días sin trabajo ni
ilusión y tus tíos recogen hierro, trapo y cartón.
Niño, pequeño
niñito, allende el horizonte del ranchito en donde te alojas, se vislumbran las
pálidas luces metropolitanas, un murmullo caótico y sus torres tan lozanas. En
esos monstruos edilicios, los poderosos del mundo, en rigurosos balances,
cuentan sus miles de millones y en sus otros tales planes ya han decidido ganar
todavía más el año entrante, aunque cueste el sacrificio de miles de millones
de niñitos como tú, amor mío.
Niño, indefenso
niñito, ¿Cómo han de ser tus días por venir? ¿Por qué caminos polvorientos ha
de guiarte tu corazón inquieto? Y al mirarte sigo con mi indagar tan
preguntero; ¿Qué mundo te hemos de dejar, motivo de mis esperanzas? ¿Cómo has
de ganarte el pan, soñar y amar en aquellas horas, que ya se avistan plagadas
de obscuridades?
Niño, tan mío,
niñito, hoy eres tan pequeñito pero mañana serás un hombre y deseo para ti mis
mejores anhelos: que, codo a codo junto a otros hombres y mujeres, seas pan
para el hambriento y agua para el sediento y puedas anunciar, con valentía y
justo a tiempo, la buena noticia a los pobres y proclamar la liberación de los
cautivos para que los ciegos vean y los oprimidos sean libres (¡Ah…! ni bien
asomas al mundo y yo con mis exigencias…).
Niño, ya entre
nosotros, niñito. Has nacido y la noticia corre rápido ¡Hay que festejar la
nueva vida…! Doña Rosa, por su “buena mano”, hace las empanadas y Hugo sirve el
vino, Cristina ameniza la reunión y los más jóvenes ponen la música, no sin ser
advertidos por Doña Rosa: “¡despacio que van a despertar al recién nacido!”
Sin embargo, en lo
alto, aún en la noche más oscura, sale una estrella, es para ti mi pequeño
niño, para anunciarte. Mis dudas y temores se disipan porque su fulgor nos guía
hacia un nuevo tiempo y los albores del día asoman en la lejanía.
Luis Eduardo Obregón.
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