PAGINA VALDENSE

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jueves, 6 de diciembre de 2012

Entrevista a Gabriela Cortina y Alberto Gianotti, integrantes del Servicio Ecuménico para la Dignidad Humana (SEDHU):


“Hay una población desarraigada que necesita de nuestra solidaridad”

   Acompañado por la vicemoderadora de la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata, Mabel Gonnet, nos adentramos a caminar por las soleadas callecitas montevideanas, y luego de andar algunas cuadras, nos adentramos por la calle Colonia y entramos en un edificio antiguo, allí nos esperaban Gabriela Cortina, la coordinadora general de SEDHU y Alberto Gianotti, uno de los co-fundadores de dicha institución, con ambos conversamos sobre la labor de la institución con los refugiados y los migrantes económico que habitan el suelo uruguayo, nos cuentan sobre las dificultades con las que esta población se encuentra, además de continuar con su labor con los desexiliados uruguayos, a los cuales les ofrecen asesoramiento para realizar sus trámites jubilatorios.
   Alberto Gianotti es psicólogo de profesión e integra el organismo desde el año 1985. Hasta hace unos años él ocupaba el cargo de Secretario institucional de la institución y hoy, luego de cumplir su mandato, sigue participando en el SEDHU como lo viene haciendo desde hace veintisiete años atrás. En cambio, Gabriela Cortina participa en el organismo desde hace siete años atrás. “Llegué a SEDHU, en realidad, porque me gustaba el tema de los refugiados, me llamaba la atención, y en un acto que se hizo por el día del refugiado en Cinemateca, conocí al SEDHU; todavía no había terminado de estudiar, soy licenciada en relaciones internacionales (recibida en la Universidad de la República), había terminado de hacer mi posgrado y estaba viendo a ver que hacía. Fue así que empecé a trabajar en SEDHU como voluntaria”, rememora la actual secretaria general de la institución.

Los comienzos.  

: “El 90 % de los integrantes del equipo técnico pertenecíamos a la misma población a la que estaba dirigida el programa” (Alberto Gianotti)

En tiempos en que Alberto Gianotti participaba en la institución, ésta se denominaba Servicio Ecuménico de Reintegración (SER) y su objetivo fundamental era –en tiempos de la reapertura del período democrático- acompañar a los exiliados uruguayos que estaban volviendo del exterior y a los presos políticos, todos ellos necesitaban imperiosamente reinsertarse en la sociedad.
   El SER fue un proyecto que nació en 1984, fruto del diálogo entre algunos espacios católicos y protestantes que, avizorando el arribo de la democracia, observaban con preocupación el modo de recibir al contingente de refugiados uruguayos que estaban por volver. Recordando aquellos días, Alberto asevera: “de algún modo se pensó que era la mejor manera que se tenía de testimoniar, desde el punto de vista evangélico, la contribución de las iglesias y de las personas cristianas a lo que iba a ser la reconciliación, el reencuentro de todos los uruguayos en una etapa nueva, democrática. Y también significaba un doble desafío: por un lado, trabajar en conjunto congregaciones católicas y protestantes y, a su vez, un desafío para trabajar con una población que, filosófica, idieológicamente e incluso desde el aspecto religioso, podría no corresponder a lo que pensaban y creían las iglesias que estaban constituyendo este organismo.”
   En aquellos años la labor del SER se concentraba en dos grandes programas: uno, denominado “de emergencia”, el cual se proponía atender las necesidades más acuciantes de trabajo, vivienda y salud de los ex presos y exiliados, y el otro, el más importante, el de reinserción laboral, allí se impulsaban proyectos diversos de carpintería, herrería, artesanías, pequeños comercios, etc. 
   Al rememorar aquel momento, Alberto reflexiona: “los representantes de las iglesias tuvieron una buena visión en cuanto a la composición de los equipos técnicos que, prácticamente en un 90% fueron integrados por personas que pertenecíamos a la misma población a la cual se dirigían los programas. Creo que eso facilitó la comunicación en todos los sentidos; es decir, fue como el eslabón, la polea transmisora que permitió llegar a las poblaciones y facilitar la apertura a la ayuda que daba este organismo.”
   Luego, en 1990, las instituciones que crearon SER consideraron que la labor con exiliados uruguayos había concluido y, debido a la experiencia positiva de este espacio ecuménico, decidieron abrir otro espacio, mediante el cual se pudiera retribuir la solidaridad que los perseguidos políticos habían recibido de otros países, ayudando a los refugiados y a los migrantes económicos que habitan actualmente en suelo uruguayo. Así fue que nació el Servicio Ecuménico para la Dignidad Humana, institución integrada por la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, Arzobispado del Montevideo de la Iglesia Católica, Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata, Iglesia Anglicana de Uruguay, Asociación Cristiana de Jóvenes, Centro Franciscano (C.I.P.F.E), Cáritas Uruguaya y la Iglesia Metodista del Uruguay (que participa en su carácter de miembro fraternal).
  
Los refugiados en Uruguay
  
“A veces uno les dice: usted piense solamente en buscar un trabajo’ cuando a la persona hace dos meses le mataron a su familia” (Gabriela Cortina).

      “Los desafíos con las personas refugiadas e inmigrantes son innumerables –asevera Gabriela-; mucho más con las personas refugiadas, que se ven forzadas a tener que dejar su país, que es lo que pasa con aquel que es perseguido y tiene que irse, y se va con lo puesto, dejando familia atrás, si es que la tiene porque puede ser que incluso su familia haya sido asesinada, y llega con lo puesto, no solo materialmente sino con un daño tal a su persona que es muy difícil que esa persona pueda volver a empezar. Hay muchos problemas internos que hay que ir solucionando para que esa persona pueda volver a reconstruirse” y agrega: “el refugiado está definido como una persona que tiene un temor fundado de persecución por razones de opinión política o porque pertenece a un determinado grupo social, a una determinada raza, a una determinada religión, a un determinado género o porque en el país en que están existe una sensación de violencia generalizada tal que amenaza los derechos humanos.”
   Entre refugiados y solicitantes de refugio, en Uruguay suman 230 personas, el 40 % de ellos son mujeres y el 60 % son hombres. En su gran mayoría, provienen de Colombia. Hace cincuenta años atrás que aquel país atraviesa conflictos internos que hacen que poblaciones enteras corran peligro de muerte. Por esta razón es que miles de personas emprenden una peregrinación en busca de un lugar que esté lo más lejos posible de su lugar de origen. Por esta razón es que algunos de estos exiliados llegan a Uruguay, un país que se halla a miles de kilómetros de su país natal.
   Otro grupo importante proviene de África: gente que proviene de Nigeria, Camerum, Ghana y Costa de Marfil. En su gran mayoría son varones que llegan al país escondidos en barcos sin tener la menor idea de donde van. En su condición de pasajeros clandestinos pasan hambre y sed durante quince o veinte días hasta que llegan a un puerto desconocido.
   Cuando una persona solicita ingresar al país como refugiada, su caso será evaluado por un organismo estatal, la Comisión de Refugiados (CORE), la cual, ateniéndose a lo que estipula la ley, indicará si el caso del o la solicitante corresponde a los casos de refugiados. El SEDHU en su condición de agencia representante en el Uruguay del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) es una de las integrantes del CORE.
   En el caso de que la persona sea reconocida como refugiada por el CORE, el estado se compromete a proveerle el documento de identidad pero, advierte Gabriela que “Ahí recién comienza todo: ellos tienen que conseguir trabajo, sin tener referencias en Uruguay porque las referencias en Colombia no sirven, en este país es muy difícil. Necesitarían un trabajo que les permita alquilarse una piecita en una pensión, que es muy costoso. Si quieren traer a su mujer y a sus hijos la persona tiene que tener adonde vivir. Esos son los grandes problemas que tiene la población refugiada, que también los tiene la población migrante común pero la diferencia es que los migrantes tuvieron la oportunidad de elegir salir, mientras el refugiado se vio obligado y no pudo juntar dinero para preparar la salida”.
   Además, los refugiados son víctimas de experiencias horrorosas que hacen mella en sus vidas: muchos de ellos han sido torturados e incluso han sido testigos de cómo asesinaban a sus familias. “A veces uno les dice: usted piense solamente en buscar un trabajo’ cuando a la persona hace dos meses le mataron a su familia”, asegura la secretaria general de SEDHU y agrega: “lo que hay que reconocerles a los refugiados es el coraje de empezar de nuevo pero eso que vivieron también sigue estando”.
   Las personas en situación de refugio arriban al país con un alto grado de deterioro y necesitarían una atención mayor de la que Gabriela y su grupo le pueden ofrecer; en sus palabras, ella deja entrever las grandes dificultades a las que se deben enfrentar cotidianamente: “a veces la gente piensa que un refugiado viene a hacer turismo, pero no tienen una asistencia del Estado y lo que nosotros les podemos brindar es algo puntual, es una asistencia de emergencia pero después ellos se la tienen que arreglar solitos. Lógicamente, con el apoyo y la contención que esta institución les puede dar pero que es muy limitada”.

Los migrantes económicos.
  
   Los migrantes económicos son aquellas personas que salen de su país de origen porque las condiciones económicas no están dadas y parten a otro país en busca de un futuro mejor. En Uruguay, los migrantes provienen de Bolivia, Paraguay, Argentina, Brasil y también hay una comunidad importante de peruanos.
   “Cuando llegan a Uruguay se encuentran con el problema de la documentación. En este país que somos muy legalistas y los papeles son muy importantes, estar documentados es lo principal. Y sacar la documentación en Uruguay es bastante complejo. Ahora la Dirección de Migraciones hizo algunas modificaciones por lo cual la primera cedula está siendo un poco más sencilla de conseguir pero para tener la residencia legal en Uruguay hay que demostrar que uno tiene medios de vida, uno tiene que tener trabajo, demostrar que se puede mantener. Nuestro trabajo con los migrantes es un acompañamiento para que puedan regularizar su situación en el Uruguay. Para que cualquier persona pueda acceder a sus derechos tiene que estar documentada. Si no estás documentado, en este país no tenés derecho a nada. Lleva mucho tiempo sacar la residencia, es cierto, lleva año, año y medio, dos años, pero aun sin tener el documento, la cédula les sale bastante rápido y eso les permite acceder a un trabajo. La mayoría de los migrantes con los que trabajamos hoy, las mujeres trabajan como empleadas domésticas y los hombres trabajan  vinculados a la pesca, en los barcos, o como artesanos. SEDHU atiende a unas 250 personas migrantes por año, tenemos una escribana que trabaja voluntariamente con nosotros, nos ayuda con los convenios con Relaciones Exteriores para exonerar una parte del costo de las legalizaciones que son muy caras y una mujer que trabaja como empleada doméstica no puede acceder a pagar 60 dólares por legalización cuando tiene que hacer 10 legalizaciones, porque no le alcanza el sueldo”, explica Gabriela.
   Y continúa la referente de SEDHU: “Uruguay es un país que no tiene una discriminación abierta hacia el diferente, si existe pero somos muy políticamente correctos para hacerlo así abiertamente. Sí existe discriminación a nivel laboral, de hecho, que una gran cantidad del porcentaje de mujeres trabaje como empleadas domésticas tiene que ver con que ofrecen condiciones de trabajo más favorables para los patrones que una doméstica uruguaya. Si bien existe una legislación de la empleada doméstica, que regula los horarios laborales para no trabajar desde que te levantas hasta que te dormís, se topan con que, cuando recién llegan son más vulnerables a la explotación. Claro, llegan a una casa, trabajan y después, con el tiempo, se van enterando que tienen derechos a poder trabajar en mejores condiciones”.

Los desexiliados uruguayos

  Cómo en sus orígenes, cuando se denominaba Servicio Ecuménico de Reinserción, el SEDHU desarrolla una labor con aquellas personas que han sido victimas del terrorismo de Estado en la última dictadura militar en el Uruguay. Hoy se trata de la implementación de la ley 18.033 mediante la cual aquellas personas que hayan desarrollado alguna actividad laboral privada y se tuvieron que ir del país por causa de persecución política, sus años en el exterior son computados como años aportados para su jubilación.
   Alberto nos informa: “nosotros tenemos la posibilidad de asesorarlos, informándoles sobre el contenido de la ley 18.033, acerca de que tipo de requisitos, es decir, como tienen que procesar la documentación que le van a exigir, porque esa ley tiene una comisión que recibe la solicitud de amparo y después estudia esa solicitud; se trata de una comisión  del Estado. Entonces, el SEDHU cumple una tarea de asesoramiento porque conoce mucho la temática del refugio, la temática del exilio, pero a su vez también muchos de los uruguayos se fueron al exilio a su vez tramitaron el estatuto de refugiados en los países en donde estuvieron, entonces al ser SEDHU una agencia implementadora del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, puede gestionar, con la oficina regional del ACNUR, un certificado, porque hay registros en algunos casos, no en todos, pero en muchísimos casos sí, en la oficina regional de Buenos Aires, de ese ciudadano uruguayo y su familia que fueron refugiados en tal o cual país”.
   “Hay una doble función –agrega Alberto-, una es gestionar ante la oficina de Naciones Unidas para los refugiados un certificado del ACNUR o con los propios documentos que tiene esa persona, probatorios de que estuvo en el exilio, en donde prueba también que el motivo del exilio fue por razones de persecución, porqué estuvo detenida, por que en un momento también apareció documentación de la justicia uruguaya, civil o militar, entonces el SEDHU también puede pedir un certificado de exilio para que esa persona pruebe ante una comisión especial se documente su solicitud de amparo”.

Algunos ex-exlidiados expresan su solidaridad con los refugiados de hoy recolectando ropa para ellos.


De interés para las comunidades

   -¿De qué manera  el trabajo del SEDHU puede ser de interés para las comunidades (en este caso comunidades valdenses)? ¿De qué modo éstas se pueden sentir desafiadas?
Mabel:  -Yo voy a poner un ejemplo nomás: el año pasado Marta Geymonat necesitaba ir a Nueva Caledonia por la CEVAA para tratar un seminario sobre inmigrantes y yo la mandé al SEDHU y estuvo hablando con las funcionarias de esta institución. Es decir, recurrió a los técnicos porque eran ellos los que podían saber del tema y acá la ayudaron y llevó material para allá.
Gabriela: -Quizás el desafío para las comunidades significaría tratar de acercarse a la población con la que nosotros trabajamos. Las iglesias, como parte de esta sociedad, también están desafiadas a retribuir lo que en algún momento como sociedad hemos recibido. Los uruguayos en distintos momentos de la historia recibimos la solidaridad de otros cuando lo necesitamos y, hoy por hoy, también hay personas que necesitan de nuestra solidaridad. Sobre todo cuando se trata de una población desarraigada que tiene muchas necesidades y es necesario involucrarse con esta realidad. Nosotros hemos recibido la colaboración voluntaria de muchas personas que pertenecen a las iglesias miembros de este organismo, somos un equipo muy chiquitito, e incluso también de gente que quizás no profesa ninguna religión, como por ejemplo algunas personas que han sido exiliadas en la época de la dictadura y que se acercan a retribuir un poco de lo que han recibido. Muchos traen ropas como donaciones. Tenemos un cartel que dice: “SEDHU hoy trabaja con personas que son refugiadas en el Uruguay, recibimos donaciones”. Cada uno nos ha ayudado con lo que han podido. Hemos tenido el caso de solicitantes de refugio chinos y contamos con la ayuda de alguien que estuvo exiliado en China mediante el cual pudimos comunicarnos.
Alberto: -Yo creo que hay una parte más básica, en los sínodos valdenses, cada año hay una información que es una manera de tomar contacto con este servicio y con lo que se hace. Y puntualmente también ha habido aportes de miembros y pastores de la Iglesia Valdense cuando se les ha pedido específicamente algo. Es decir, sabemos que contamos con el apoyo de las comunidades cuando las necesitamos.

(Publicado en Página Valdense en agosto de 2012)

: “Quizás el desafío para las comunidades significaría tratar de acercarse a la población con la que nosotros trabajamos” (Gabriela Cortina).


   

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