“La comunión de la
mesa es un desafío para nuestras diaconías”
La Asesora de las Obras de Servicio en Argentina, Mirelly Cardozo. |
-De aquel
encuentro con Gaede Netto, ¿cuáles te parece que han sido los conceptos
relevantes para nuestra práctica diacónica en el Río de la Plata?
-Uno de los temas que me parece importante
es el de la comunión de las mesas, porque
nos plantea un desafío a nuestras diaconías: esto de poder sentarnos todos en
un clima horizontal y de inclusión. Y cuando digo “todos” no me refiero
solamente a quienes trabajamos desde nuestras comunidades y obras sino también a aquellas personas a las que
vamos al encuentro en nuestra tarea diacónica. Es altamente desafiante la
inclusión a la mesa de todos los actores en un espacio horizontal, de igualdad, en
donde juntos y juntas podemos ir definiendo rumbos, objetivos más amplios y
hacia adonde queremos caminar. Todavía, creo, en muchas de nuestras prácticas no estamos sentados a la mesa con el otro,
sino por el otro: planificamos y trabajamos desde nuestra manera particular de
saber, de hacer y de entender la realidad. Esto implica trabajar al interior de nuestras
comunidades, las paredes que nosotros levantamos, los prejuicios, los muros que
vamos edificando y que tenemos que ir desarmando, reconstruyendo luego para tener
un encuentro con el otro en un cara a cara fraterno y reconocer a ese otro como
un igual en dignidad y una persona capaz
también de humanizarme y levantarme a mí cuando yo estoy caído. Aquí entra el
aporte muy interesante de Buber quien distingue entre una relación yo-ello
(cosa, objeto) y una relación con el otro como un sujeto diferente a quien
tenemos que respetar, poder mirar y reconocerlo, tenemos que poder mirarlo dos
veces para poder aceptarlo en su integralidad,
en su identidad y esto es lo que nos hace ser personas, nos humaniza.
Gaede Netto habla de levantarnos mutuamente en situaciones de quebranto y el proceso de
restaurarnos es un proceso dinámico en el cual nosotros no somos los que
restauramos a los otros sino que también hay quienes nos puedan levantar a
nosotros en algún momento.
Hay otros aportes que me parecen
importantes: cuando Gaede Netto habla de “la dimensión diacónica de la comunidad”,
está diciendo que la diaconía no es una acción que empieza en nosotros y
termina en el otro sino que está hablando de comunidades que están llamadas a
concretar el amor de Dios en forma recíproca entre las personas. Nosotros
muchas veces entendimos la diaconía como un servicio al otro y punto. En realidad lo que les
pasa a otros nos involucra de manera existencial y nos lleva a una diaconía
también profética, en el sentido de que estamos dispuestos a generar relaciones de
igualdad, de solidaridad, justicia.
Y ahí pensamos en los
derechos como ciudadanos que tenemos
todos y todas, y de cuantas maneras estos derechos se vulneran: situaciones que
tienen que ver con la violencia de género, la soberanía alimentaria, la falta
de oportunidades laborales, educativas, de salud y todas aquellas que menoscaban la dignidad
de la gente. Entonces, ya no puede ser una acción paternalista que no transforma la realidad
(la de los otros y la nuestra) sino una acción que nos compromete y nos desafía
a seguir construyendo otro tipo de comunidad
La diaconía deja de ser una misión separada, aislada sino que es
una cuestión integral y toda nuestra misión como iglesia tiene que ser
modificada a partir de nuestra lectura de la diaconía.
-Cuando
ustedes han organizado este encuentro, ¿Qué tipo de expectativas tenían? Y
luego de haber realizado el taller, ¿pudiste palpar las repercusiones que hubo?
-Yo creo que las repercusiones estuvieron en
las evaluaciones que hicimos ahí mismo sobre el taller y los comentarios que se
han podido recoger después en el diálogo con la gente en el sentido de la
riqueza del aporte realizado.
Pareciera que se sabe bastante sobre diaconía, sin embargo el
profesor nos hizo reconocer y descubrir nuevos aportes que nos movilizaron. Fue
muy profundo su pensamiento, y la manera de brindarlo, creo que la gente valoró mucho eso.
Una de las expectativas que teníamos era ayudar
a pensar que la diaconía no es una hermana menor de la teología sino que es también una disciplina que tiene
contenidos, aspectos a investigar, a trabajar, y que tiene que pensarse también
como una educación formal y sistemática, y que eso debe motivar la reflexión en
todas las personas que trabajamos, pastores, pastoras, laicos, laicas, por
supuesto, pero también darle el lugar que la diaconía se merece en nuestras
comunidades.
No siempre pensamos en términos de esta relación fuerte entre misión de la
iglesia y diaconía, Jesús es Diácono, la Diaconía es un ministerio
que incluye el de la Palabra y nos parecía que era importante estimular este
pensamiento. Creíamos que Gaede Netto era la persona que podía ayudarnos en
esto y nos parece que cumplió con la expectativa que teníamos, queda en
nosotros seguir trabajando esto.
-Este es tu
último período como asesora de Obras de Servicios en la Argentina y quisiera
pedirte una breve caracterización de situación, por lo menos del ámbito en que
te tocó actuar, y definir los desafíos que se perfilan en el futuro.
-Bueno, me parece que estamos en un momento
especial de transición. Este momento
también es de ruptura y de quiebre con respecto a los procesos que se venían dando. Hay algunos
elementos que hablan de una situación de debilidad institucional con respecto a
la diaconía. En primer lugar hace dos años que no tenemos nuestras asambleas de
diaconía, que eran muy valoradas por todas las obras de servicio. En segundo
lugar no tenemos en este momento tampoco
Comisión Sinodal de Diaconía.
El grupo que está en Argentina conformado
por representantes de cada presbiterio acompaña la tarea pero no es una comisión sinodal. Y entonces se plantean
preguntas sobre los alcances que tiene el trabajo de esta comisión. Hasta ahora
no han surgido en los sínodos personas que pudieran conformar la CSD y esto está hablando de una
crisis cierta y de muchas preguntas sobre el lugar de la diaconía en la IEVRP.
Un tercer elemento que remite a esta
debilidad institucional es que en la asamblea del 2010, cuando nos encontramos
por última vez como asamblea de todas las obras, en Colonia Belgrano,
específicamente la comisión de diaconía planteó
la reflexión acerca del funcionamiento
de las diversas instancias institucionales: CSD, asesorías y otras. Cuales son
los objetivos y funciones de la comisión
sinodal, de los asesores, tiempos de dedicación, etc.
Realmente se trabajó bien, se trabajó mucho,
hubo una producción interesante que quedó ahí en esta última asamblea y en un
acto sinodal pero estos acuerdos no se retomaron concretamente en la práctica
desde ninguna instancia eclesial, y entonces hay un poco de frustración en eso
también, en este quiebre.
Por otro lado todas las crisis también nos
invitan a pensar; una crisis es también oportunidad y desafío, y con las
debilidades comienzan a aparecer algunas fortalezas. Los talleres regionales
son una muestra de ello, producto
también de esta discontinuidad en el proceso. Y yo quiero rescatar lo de los
talleres regionales que se hicieron durante dos años consecutivos y se fueron
fortaleciendo los espacios, en el norte argentino, todo lo que tiene que ver
con mujeres campesinas de San Gustavo y Barrio Nuevo (Reconquista), y todo lo
que tiene que ver con VIH entre Flores y Bahía Blanca. También entre los
Hogares de Ancianos (Jacinto Arauz y Col. Belgrano). Estos encuentros regionales
y/o por áreas de intervención amplían la
base de participación comunitaria. En las asambleas están los representantes de
las obras diacónicas y acá estuvimos trabajando con todas los actores y personas involucradas en las obras. Estuvieron
las mujeres, en algunos casos los
adolescentes y los niños, los abuelos, los trabajadores, directores, etc.
Son espacios de formación y capacitación
pero también de encuentro para ir fortaleciéndose, en estos espacios la
comunidad de fe va visibilizando este trabajo. Eso me parece interesante, que
se visibilice cuanta gente participa de nuestros trabajos diacónicos, que no
siempre participan en nuestras instancias eclesiales.
Y me pregunto si la inclusión de los
otros, este “ver” nuevas gentes en el sentido de Buber, nuevas
formas, que las capacitaciones lleguen a todos no nos conduce también a ir
transformando nuestra eclesiología y experiencia de fe.
Uno de los desafíos es seguir fortaleciendo
los talleres regionales pero también tenemos que seguir pensando los objetivos,
fundamentos y sentido de la tarea diacónica, esto incluye la dinámica
institucional que favorezca la continuidad de los procesos.
Eduardo Obregón
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