Reflexionando sobre la violencia de
género
En
aquella mañana del 13 de octubre, bajo un sol de oro y un cielo infinito, en
una escuela de campo, cuarenta y cinco mujeres se encontraron en El Sombrerito,
Santa Fe; unas, mujeres campesinas que provienen del Departamento de La Paz,
Entre Ríos, y las otras, del Barrio Nuevo, una barriada popular de la ciudad de
Reconquista. Pronto se armó la ronda, ellas se volvieron a encontrar por
segunda vez, la primera fue en noviembre del año pasado, recorriendo más de
seiscientos kilómetros, dejando hijos, maridos y labores, con el fin de
encontrarse con otras mujeres, conversar sobre las cosas comunes que les
preocupan y compartir sus sueños y esperanzas.
El encuentro se celebró en el marco de la
Fiesta del Deporte, organizado por los jóvenes de la Iglesia Evangélica
Valdense de El Sombrerito. En esta reunión, las mujeres participaron de un taller
sobre violencia contra la mujer, coordinado por Judith Puebla, quien es
estudiante de Sagradas Escrituras del Instituto Universitario-ISEDET, y además participa
del Foro de Teología y Género de esta institución educativa.
Esta actividad se abrió con unas palabras de
la asesora de obras diacónicas de la Iglesia Valdense en Argentina, quien
explicó que este encuentro era la continuidad de uno anterior entre ambos
grupos de mujeres, que se celebró en noviembre del año pasado; además, remarcó
la importancia de este espacio en el sentido de hacer visible otra forma de
hacer diaconía en la iglesia valdense, en donde las mujeres de los sectores
populares sean las protagonistas.
Luego, Judith compartió su propio testimonio
de mujer violentada durante años, y contó como su fe la ayudó a ser liberada de
la relación de opresión en la que se hallaba: en una ocasión, mientras
acompañaba a su hijo Jeremías, el cuál se reponía de una compleja operación en
la cabeza, leyó un texto que decía “el pecado es todo aquello que nos denigra
como personas”. Entonces, ella pensó: “si dejo que mi marido me siga golpeando,
estoy pecando también, porque dejo que él siga destruyendo mi vida”. Luego, la
lectura liberadora de la Palabra y el acercamiento cálido de los amigos y amigas
la ayudaron a separarse de aquel hombre golpeador y rehacer su vida junto a sus
siete hijos.
Posteriormente, a través de su experiencia,
Judith mostró como aquellas personas violentadas atraviesan un proceso
denominado “círculo de la violencia”, cuyo camino desemboca en el acto de
violencia; luego, el hombre golpeador busca acercarse a la mujer golpeada
expresándole su arrepentimiento y siendo amable en todo. A esta etapa se la
denomina “luna de miel”, pero después el encanto se rompe, puede ser un motivo
cualquiera, y el hombre de a poco va ejerciendo maltratos hacia la mujer hasta
que llegan los golpes. Y luego volver a empezar con la “luna de miel”… pero hay
que tener en cuenta que cada vez los actos de violencia son más fuertes a tal
punto que pueden desembocar en la muerte de la victima.
Posteriormente, los talleristas se
expresaron mediante frases escritas en carteles, colage y una dramatización. En
la reflexión colectiva, en la cual también participamos tres hombres, algunas
de las presentes compartió su experiencia con respecto a la violencia e incluso
se abordó el tema de cómo ayudar a aquellas mujeres violentadas. Se planteo la
importancia de estar cerca de las víctimas, escucharlas, acompañarlas y no
perder la paciencia, ya que en la mayoría de los casos, a ellas les lleva años
el poder asumirse como mujeres golpeadas.
Al otro día, a la mañana, continuamos en las
instalaciones de la iglesia valdense de El Sombrerito. Judith Puebla propuso
releer algunos textos bíblicos a la luz de lo visto en el taller y de las
experiencias de las mujeres. Trabajamos con el texto de Génesis 2:22-24, en el
cual Yavé creo a la mujer en igualdad de condiciones con respecto al hombre;
otro texto fue el de Génesis 16: Hagar, embarazada, huye de los maltratos de
Abram y Sara y se deja morir en el desierto, Yavé interviene y la invita seguir
viviendo, ofreciéndole la misma promesa de la multiplicación de su descendencia
que le había hecho a Abram; y, por último, el Evangelio de Juan, capitulo 4:
Jesús dialoga con una mujer samaritana quien recogía agua de un pozo, ella era
despreciada por su origen étnico, su condición de mujer y por haber tenido
varios maridos, sin embargo, a partir de ese diálogo con Jesús, deja el cántaro,
signo de opresión, y se integra plenamente a su comunidad predicando la Palabra
de Jesús. En estos relatos la mujer es valorada y dignificada, e incluso es
protagonista de la vida comunitaria mediante la intervención del Dios Viviente.
Finalmente, en el balance grupal, las
participantes manifestaron su alegría por compartir con otras mujeres estos
temas de interés para ellas; además, manifiestan la necesidad de continuar con
estos encuentros y en la importancia de profundizar la integración de los
grupos de mujeres. Además, todos los participantes acordamos que el encuentro
fue de bendición y que la presencia de nuestro Señor se hizo presente
manifestándose en el afecto y las emociones que vivenciamos todos los que allí
celebramos en comunidad.
Eduardo Obregón.
Mujeres de Reconquista y de San Gustavo (Entre Ríos) participando del taller sobre violencia de género. |
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