“Esta Mesa Valdense
logró un buen nivel de interacción, distribución del trabajo y tareas de
representación”
En reportaje vía Internet, el
moderador de la Mesa Valdense (MV), pastor Marcelo Nicolau, hace un balance de
su labor en sus cuatro años de gestión, comparte su experiencia con respecto al
trabajo junto a los actuales miembros de la MV e informa sobre algunos aspectos
de la organización del próximo Sínodo número 50 de la Iglesia Evangélica
Valdense del Río de la Plata.
-Estás
culminando el cuarto año de gestión como moderador de la Mesa Valdense, ¿Cuál
es la evaluación que hacés de la tarea de la Mesa en este año, y de tu tarea en
particular, teniendo en cuenta estos 4 años de trabajo?
-Bueno, en realidad comparto mi opinión
luego de 9 meses de trabajo de la MV, no se ha llegado al año. De todos modos
es la parte más fuerte y regular lo que ha transcurrido, aunque queda toda la
preparación del Sínodo que no es algo menor. Pienso que esta MV ha logrado un
buen nivel de interacción, distribución del trabajo y las tareas de
representación. Seguramente tiene que ver con el amplio conocimiento que sus
miembros tienen entre si y la relación de confianza que se ha logrado
establecer. Ciertamente el modo de trabajo también tiene que ver con esa
confianza, ya que la MV está en consulta permanente podríamos decir por medios
electrónicos, que no son lo mismo que el encuentro cara a cara, pero constituye
una especie de foro virtual que hoy por hoy sería impensable la realización del
trabajo global sin su ayuda, ya que el tiempo real sencillamente no alcanza
para leer todo el material de trabajo y estudio que cada reunión de la MV
implica. Esto quiere decir que el 90% de la correspondencia y los documentos no
se leen en la reunión, se llevan leídos de la casa, en los tiempos que cada
uno/a puede dedicar, restando atención a la familia, al trabajo, a los amigos,
a la iglesia… etc, etc, etc. Esto lleva también a una constatación, si se
quiere formar parte de la MV en este esquema de trabajo es imprescindible el
manejo básico de las herramientas informáticas, de lo contrario, se podrá
aportar, pero desde una posición de observación más que de participación,
fundamentalmente debido a la carencia de información que implica no acceder a
la correspondencia en forma anticipada.
Como dato importante de este año anoto la
incorporación de los suplentes a las reuniones. Esto ha sido importante puesto
que suma voces y pensamientos. Ha contribuido también a hacer más distribuida
la representación de la MV en organismos, presbiterios, eventos, etc. Sé que
hay quienes han criticado esta opción de la MV, pero el criterio que primó es
que los suplentes deben estar informados si queremos que estén listos en caso
de tener que asumir la titularidad, y también consideramos el antecedente de
una recomendación sinodal de incluir a los primeros suplentes en las comisiones
sinodales.
En cuanto a mi tarea en particular, los años
transcurridos proveen de una experiencia que dan tranquilidad en cuanto a las
responsabilidades del cargo y eso, promediando el cuarto año es algo que se
siente positivamente. Es lo que puedo compartir, la evaluación propiamente
dicha no me corresponde a mi sino al sínodo.
-¿Cómo te
sentís, cuál es tu estado de ánimo luego de estos cuatro años de labor en la
moderatura?
-Personalmente me siento bien, contento de
aportar en diversas áreas en las que no sabía que lo podría hacer y porque la
marcha general de la iglesia en algunos aspectos críticos al menos, ha mejorado
sustancialmente desde ese ya un tanto lejano 2009. Siento que en materia de
finanzas, de responsabilidad en la mayordomía, en confianza y cercanía entre
las iglesias y la administración, y en la comprensión integral de la iglesia
como comunidad inclusiva, se ha avanzado. Como desafío fuerte en el presente
anoto la optimización administrativa, cosa en la que se está avanzando. Y como
desafío fuerte de cosa por hacer veo el tema del crecimiento cualitativo y
cuantitativo de la iglesia. Ese sentir de
satisfacción por lo realizado no está exento de tensiones y cargas que
necesariamente hay que llevar y que provienen del contexto en el cual la
moderatura se desarrolla en nuestra iglesia. Fundamentalmente el retaceo de
tiempo y dedicación a la familia y las iglesias locales que atiendo, y la
inversión enorme de tiempo que llevan los viajes que implican muchas veces una
relación de 5 horas de viaje por cada hora de reunión. Como tales hay que aceptarlas y lidiar con
esas tensiones para evitar que nos aplasten o nos partan al medio como una tela
que se raja si se la cincha demasiado. En ese aceptar y reconocer es
fundamental tener conciencia de los límites y no transgredirlos, o por lo
menos, no transgredirlos constantemente! Porque eso lleva al desastre desde
todo punto de vista. (a veces uno se da cuenta tarde que los transgredió porque
sobrevaloró sus capacidades o su resistencia).
-¿Cuáles son
los preparativos para el próximo Sínodo, teniendo en cuenta que será la
Asamblea Sinodal número 50? ¿Cuáles visualizas que serían los temas que se
podrían tratar allí?
-El sínodo número 50 está en pleno
preparativo, seguramente un tema relevante será la culminación del proceso de
12 años de la AAC en el Chaco y la apertura de un nuevo camino en nuestro
relacionamiento y compartir compañero con los hermanos qom. Vale la aclaración
también de que si bien es el sínodo 50 no es el año 50, sino el año 48, puesto
que hubo dos sínodos extraordinarios que llevan a que no coincida año con
número. Así que si bien recordaremos que es el sínodo 50, no hemos previsto
celebraciones especiales por esta razón. Otro tema que puede implicar un
preparativo especial para el año 50, será la bienalización en la modalidad de
trabajo sinodal. Este tema que viene desde hace tiempo, pareciera encaminarse a
una resolución bien orientada y mucho más práctica para el trabajo de la IEVRP
en general, en sus distintos estamentos.
.¿Cómo te
imaginás que será el futuro de la iglesia? ¿Cuáles son los desafíos que se representan
en este sentido?
-Solo el Señor conoce el futuro. Lo demás
son especulaciones. Mi creencia, hecha esta salvedad, es que nadie, ni la
iglesia, ni institución alguna tiene nada asegurado. La única seguridad son las
promesas de Jesucristo a las cuales accedemos por la fe, no por la eficiencia
administrativa ni la justeza teológica o académica o la bondad de nuestras
acciones. Y esas promesas tienen poco que ver con las instituciones y mucho con
la vida. Por lo tanto, en sencillísima lógica, si las instituciones quieren
tener futuro lo más sabio que pueden hacer es preocuparse y ocuparse por la
vida de las personas, por la vida concreta, no como concepto abstracto, y
procurar ser comunidades inclusivas donde la vida y sus particularidades es
respetada y engrandecida con gestos y acciones que la cuidan, la acrecientan y
la dignifican. Institucionalmente esto siempre estará en tensión con la
disciplina, el reglamento, el orden y la organización que son imprescindibles y
parte también de esa tranquilidad que la vida necesita para desarrollarse
responsablemente en libertad. En ese camino transitamos, implorando la guía del
Santo Espíritu, sin el cual nos perderíamos en los meandros de nuestras
indecisiones y contradicciones humanas. Nuestro compromiso, nuestro trabajo,
nuestro aporte, son nuestra respuesta agradecida al trabajo fundamental que
Dios hizo en Jesucristo. Si tenemos en claro esto, siempre habrá futuro, aunque
no sepamos cómo será. Y saberlo en definitiva, no importará tanto, porque lo
lindo será vivirlo descubriendo los milagros de cada día, como niños curiosos
que descubren la vida y su belleza, con la convicción de que lo mejor aún está
por venir.
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