PAGINA VALDENSE

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miércoles, 4 de julio de 2018

Medios de comunicación, sociedad y opiniones

Por Laura Michelin Salomon Geymonat.- Los medios de comunicación, sin importar su escala a nivel público (tal como lo es el Página Valdense) ven la realidad desde una determinada mirada editorial (aspectos políticos e ideológicos) que se manifiestan en la totalidad del medio. Desde la elección de las personas que lo integran, su periodicidad, su formato (si es impreso o digital), su tamaño, las temáticas de cada número; éstas características remiten a una forma de pensar, a una forma de conciliar aquello que nos atraviesa socialmente y que -mediante estas líneas- podemos analizarla, compartirla y pensarla con otrxs.

Entonces, desde este lugar de poder tener la palabra y el medio para transmitirla, se construyen sentidos, discursos, opiniones, en las que unx puede o no estar de acuerdo, pero responden a una decisión editorial, un recorte sobre lo que se quiere comunicar y cómo se lo quiere decir: los temas que se abarcan en cada edición, desde qué perspectiva se los trata, a quienes eligen para colaborar, entre otras cuestiones.
 
Si de medios se trata…
De un tiempo a esta parte, los medios de comunicación han atravesado una fase de pérdida de credibilidad y objetividad cuasi absoluta, aspectos de los cuales el periodismo había gozado de buena salud por lo menos hasta el siglo XX. Asistimos a una época considerada como una nueva «revolución tecnológica» y con ella, un acercamiento entre el usuario/audiencia a los hechos y una posible difusión de la misma.


Por lo pronto, lo que podemos observar como un cambio principal, es la posibilidad de acceder a los hechos noticiables «de primera mano», sin esa intervención mediada por los medios de comunicación. Nosotros, lxs ciudadanxs, podemos ser «potenciales» informantes, que están en el lugar del hecho, en el momento exacto, registrando una situación particular.


Con este avance de las nuevas tecnologías en mano de lxs usuarixs y la utilización de las redes sociales como plataforma masiva que permite una «democratización de la palabra» y un acercamiento inmediato de manera global, aun así, seguimos teniendo esa confianza en los medios de comunicación masivos. Tanto la televisión, el diario, la radio -como los principales exponentes- siguen siendo la fuente de información de noticias que llegan a diario y de manera constante, al menos en los sectores etarios de 25/30 años en adelante.


Los medios, a través de su poder social como espacios de información, de conocimiento, de visibilización; generan una circulación de discursos, que en general, se construyen de manera estandarizada, con rasgos de estigmatización. Al regirse muchos de ellos por los valores de la primicia y la competencia, se comunican noticias falsas, sin chequear, con modelos y formas estereotipadas.


El devenir de los medios de comunicación en empresas y en grupos de medios (siempre hablando de los medios de comunicación masivos), la información como mercancía, la posibilidad de regulación y de legislación sobre los mismos, han generado en Argentina, una quita del velo de verdad y de objetividad, sobretodo, hasta hace unos diez años atrás, al menos, aspectos cuasi impensados de poner en cuestión de forma más activa. Entender que la agenda mediática está construida por múltiples factores (sociales, políticos, económicos, entre otros) y que muchas veces, el poner en la superficie ciertas temáticas desde los medios, puede generar un tipo de consenso y opinión en la sociedad de forma más activa y rápida.


Me parece importante poder poner en foco al menos en pocas líneas, esta cuestión en la que los medios de comunicación son generadores de opinión, eso no quiere decir que los receptores puedan absorber los mismos de manera acrítica, sin poder procesar nada de aquello que ven, escuchan, leen. En este sentido, en los estudios de comunicación es una tensión y desde los años 80 en Latinoamérica, se comienza a pensar en la recepción de quienes son los destinatarios de esos discursos, de esas informaciones. Esta perspectiva se enfrenta a la visión instrumental de la comunicación, de los medios, reinante hasta el momento sin considerar las capacidades, las experiencias, el potencial de análisis y de recepción de justamente, los receptores de esos mensajes.[1]



¿Qué opiniones recibimos?
Los discursos que percibimos en general están construidos por estereotipos, generalidades, como un combo de verdades, un paquete cerrado. Y pareciera ser que hay ciertos grupos o públicos que ya están destinados a ser tratados de una forma, estigmatizadora, como lo son: la juventud (según la historia, la juventud está perdida), las minorías sexuales (son tratados como algo «distinto» que se sale de la norma) y las mujeres (que parece que ahora somos noticia por lo que manchamos, escribimos y rompemos, pero no porque nos matan cada 18 horas), los inmigrantes (acusados de ocupar lugares sólo para los «nativos» y como responsables de los mayores crímenes y actos delictivos del país). Estos son algunos casos que presento a grosso modo y desde mi perspectiva, si ustedes analizan en cualquier medio, seguro encontrarán más.


Así mismo, como no todo tiene un valor negativo, creo que lo que se informa y se pone en la agenda mediática, permite una visibilización y una llegada masiva y expansiva de temáticas que tal vez en lo cotidiano no se traten. Acá quiero detenerme en el tema de la legalización y despenalización del aborto en Argentina. Es un tema que al interno de los grupos feministas se viene trabajando y luchando desde hace décadas, y en los últimos años ha tenido mayor repercusión tanto en las calles, en los movimientos sociales y en los medios de comunicación, en particular, sólo desde el periodismo con perspectiva de género. En estas semanas, vivimos algo excepcional: el tema es tratado en primera plana en el principal programa de noticias de espectáculos del país. Entonces, ahí surge la pregunta: ¿cómo pasamos de la invisibilización mediática del tema, de la escasa cobertura, a estar hablando en casi todos los programas televisivos sobre el aborto? Condiciones sociales y políticas hacen mella, y confluyen en la escena mediática como una forma de presencia y de espacio de exposición de ideas y debates sociales.
 
¿De qué conversamos?
En las charlas con compañerxs de trabajo, en los medios de transporte públicos, en el ascensor, en aquellos lugares donde nos encontramxs con otrxs, pareciera que la conversación se rompe con alguna noticia actual, o sobre la obsesión que vivimos con saber sobre el pronóstico del tiempo. Y si pensamos de dónde tenemos toda esta batería de información, llegamos a que lo leímos en redes sociales, lo vimos en la televisión o lo escuchamos en la radio. Es decir, que nuestras conversaciones -ya sean superficiales o profundas- están inundadas de noticias, creencias y discursos, muchas veces impulsados desde los medios de comunicación. Esto no quiere decir que sólo seamos aparatitos que vamos por la vida repitiendo cual robot lo que vimos, sino que en nuestrxs diálogxs se permea el poder real de los medios: formar opinión. Nuestro poder como receptores es poder identificar qué tipo de opinión estamos compartiendo o refutando.


¿Cómo ser críticos ante tanta exposición a la información?
Muchas veces me pregunto cómo sería una vida sin noticias, sin estar en contacto con aquello que nos es ajeno, con esa sobreexposición a la información. Resulta ser algo casi imposible, deberíamos despojarnos de todo contacto con los medios de comunicación, con las redes sociales, no hablar con nadie… bueno, ser ermitaños en medio de una marea informática. También me pregunto si podemos de manera certera identificar cuáles de nuestras ideas, pensamientos, opiniones son «propias» (si es que puede existir esta concepción cuando sabemos que somos el resultado de una circulación social de sentidos) y cuáles son propias de nuestro contacto diario con los medios de comunicación. Ideas e interrogantes para alguna otra columna, tal vez, o si alguien quiere retomar la posta, bienvenidx.


Creo que tenemos la capacidad de poder mirar entre líneas, ese es un gran poder que debemos ejercer, casi como una propuesta política de ciudadanxs activxs frente a nuestra sociedad. Poder interpelar aquello que «recibimxs» de estos grandes discursos, de estas opiniones. Es una forma de velar por nuestro poder, me parece una práctica saludable y una manera de ejercer nuestra libertad y la posibilidad de «responder» o de accionar frente a discursos descalificadores, o a su vez, ser parte de la cadena de difusión y compartir con otrxs aquellas ideas con las cuales sentimos empatía. También es un ejercicio poder buscar nuevas fuentes de comunicación, espacios un poco más cercanos y con espíritu crítico y sincero. Ya sé que me van a tildar de idealista, pero si uno busca, puede encontrar.


En este sentido, un aspecto que considero positivo de este momento, algo que también vivo como usuaria/ consumidora de medios de comunicación, es que ante una oferta tan variada y diversa de medios de comunicación, se encuentran otros medios alternativos, más cercanos en realidades y con un público más participativo, y con la construcción popular y un sentir más desgranado de los discursos. En muchos de ellos, también son sustentados por aportes de sus socios (por ejemplo, Diario Tiempo Argentino y Futurock FM, ambos medios de Buenos Aires) es que uno siente una cierta libertad, o una decisión más consciente de lo que se quiere informar, y que colabora con ese poder de generar discursos.


En mi caso, trato de informarme con una pluralidad de voces mediáticas, pero habitualmente termino más emparentada con aquellos medios con los que soy afín. Hay una conciencia, asistimos a esta posibilidad de elegir sobre nuestros gustos, recorridos, como parte de un espacio más para completar o confirmar aquellas ideas que tenemos sobre lo social.


Asistimos a un momento donde, desde nuestros lugares, podemos poner en cuestión y desmembrar aquellos conceptos y discursos que nos llegan de manera direccionada, para producir un nuevo sentido en nuestros ámbitos.









Laura Michelin Salomon




[1] SAINTOUT, Florencia, en “¿Y la recepción? Balance crítico de los estudios sobre el público”, Página 9, La Crujía Ediciones, Buenos Aires, 2006.


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Artículo publicado en Página Valdense en la edición de Mayo 2018