PAGINA VALDENSE

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lunes, 24 de diciembre de 2018

Feliz Navidad...


Quiénes hacemos Página Valdense les deseamos un tiempo de amor y esperanza, de comunión y encuentros.

¡Feliz Navidad!

sábado, 8 de diciembre de 2018

La Diaconía en Democracia


La búsqueda y el sentido de la consulta, y el respeto de las decisiones del pueblo, esto que hoy conocemos como democracia, es un desafío en sí mismo para las comunidades de fe desde los comienzos en los tiempos bíblicos. En la Biblia aparecen distintas escenas de asambleas con tomas de decisiones, que aunque estén atravesadas por la tradición religiosa, alcanzan a todo el pueblo. Este tipo de organización política, en la modernidad mediada ya no solo por principios religiosos sino sobre todo por Constituciones en los Estados Nación, es bastante reciente, incluso en Occidente. En los países de América Latina la democracia, todavía precaria y en construcción, siempre fue motivo de debate y de profundos conflictos sociales, culturales, religiosos, políticos y económicos. El tiempo que vivimos no está exento de estos debates y tensiones.

La comunidad judeocristiana no conoce una vida de fe sin incidencia pública dado el carácter universal de su cosmovisión y de su propuesta religiosa. En la historia de la iglesia cristiana existen diaconías con diferentes adjetivos, según el énfasis del trabajo que realiza la comunidad, sin embargo, 


la diaconía más allá del enorme potencial y diversidad
que tiene como ministerio se propone llevar a cabo
un testimonio público de la presencia transformadora
de Dios en el mundo.



La escucha de Dios del clamor del pueblo en Egipto (Éxodo 3,7) o el llamado de atención de Dios en Samuel (1 Samuel 8) sobre la elección de un rey pone de sobre aviso al pueblo que la restricción de libertades constituye una amenaza para la vida de todas las personas. Sin embargo, el pueblo harto de la corrupción de sus líderes vuelve a preferir una monarquía para transmitir confiabilidad y seguridad institucional a los imperios de turno. Los y las profetas son quienes ponen en cuestión el sentido del ejercicio del poder. Tanto la denuncia del abuso de poder desconociendo el carácter todopoderoso de Dios como la explotación de la vida de las personas y la creación con afán de lucro y acumulación sin reparar en la misericordia de Dios aparecen con mucha fuerza en sus distintas intervenciones públicas.

Jesús expresa su malestar ante la irresponsabilidad del poder romano y judío al ver las condiciones en las que vive el pueblo «como ovejas sin pastor» (Mateo 9,36). Aún el llamado apostólico a orar por los gobernantes debe comprenderse en este sentido de corresponsabilidad entre la vida de fe y el ejercicio de los derechos cívicos. La oración por quienes gobiernan lejos de ser una expresión pública de apoyo y subordinación pasiva es una exhortación activa al uso del poder otorgado provisoriamente por Dios para garantizar el bien común de todas las personas por igual. El carácter activo de esta exhortación conlleva acciones directas de diaconía comunitaria.

La capacidad de intervención de la iglesia cristiana varía en cada cultura y tiempo histórico, sin embargo, siempre contiene este aspecto fundante de salvaguardar la vida y la creación como testimonio de la misericordia de Dios al mundo. Esta misericordia pone en evidencia la injusticia y genera condiciones básicas para que todos tengan vida.

La iglesia cristiana en sus diferentes denominaciones y tradiciones articula con el Estado o los gobiernos de turno porque parte de la base de un mandato conjunto, tanto de la comunidad que la constituye como de Dios mismo, a una tarea de organización social y política. En la tradición protestante la separación entre Iglesia y Estado es más notoria aunque al mismo tiempo es dialéctica porque se deben mutuo respeto de sus respectivos ámbitos y jurisdicciones, además de estar ambos supeditados al control social de sus electores y miembros.

La diaconía se desarrolla en esa tensión y se encuadra tanto en el evangelio como en el marco normativo del Estado en el cual está presente la comunidad de fe. La tarea diacónica se inscribe en el llamado de Dios de dar testimonio de su gracia, de su misericordia infinita, particularmente por quienes más sufren, por las personas más vulnerables, entre quienes la tradición judeocristiana ubica a Dios mismo presente entre ellos. Este llamado implica la asistencia de las necesidades de estas personas, la generación de recursos para responder a estas demandas, pero en abierta exhortación, demanda y denuncia pública al Estado. La iglesia se reúne en torno a un mensaje de esperanza activa, de misericordia en curso, de paz en construcción, de un llamado de Dios puesto en práctica en la vida cotidiana. La diaconía cristiana va de la mano con la organización social y política de la sociedad que integra la comunidad de fe.

Actualmente, es posible encontrar modelos en los que las iglesias reciben fondos de Estados locales o internacionales para el desarrollo de la diaconía. Existen instituciones y organizaciones, especialmente, en países de fuerte presencia y tradición protestante, que inciden y debaten con los Estados las políticas públicas, trabajan en la educación cívica de la membresía, en el desarrollo de espacios de organización social, en la creación de dispositivos de intervención, en la generación de proyectos sociales, entre otros.

La iglesia se ha ido replanteando progresivamente los modelos de intervención social. En el siglo anterior, tanto en Europa como en América la diaconía ha ido desplazándose de modelos institucionales fijos (hogares, escuelas, hospitales) a intervenciones más flexibles, cambiantes y discontinuas (proyectos cortos y focalizados). Esto no siempre guarda relación con las demandas sociales ni tampoco está acompañado por una demanda profética de la iglesia a los Estados, sino más bien refiere a cambios en los modelos de Estado, que afectan la articulación con la iglesia, y los avances del capitalismo, y en particular del neoliberalismo, sobre las políticas públicas las cuales dejan de ser comprendidas como una responsabilidad ineludible del Estado para pasar a ser comprendidas como un gasto público.

La escasa convocatoria de las iglesias y la baja credibilidad de los partidos políticos están depreciando profundamente la democracia y el carácter profético de la diaconía, la cual muchas veces tiende a la caridad y al asistencialismo, más allá de la intervención histórica de las iglesias en la defensa de los derechos humanos y la búsqueda actual de ampliar el acceso a derechos económicos, sociales, culturales, políticos y sexuales, sobre todo en los sectores populares, aunque tampoco está exenta de tensiones internas. 


Estas tensiones ponen a la iglesia todo el tiempo 
en la encrucijada de responder al llamado de su 
razón social y su rol político como expresión del 
reino de Dios en el mundo y la responsabilidad 
cristiana de dar cuenta de su fidelidad al evangelio 
como comunidad seguidora de Jesucristo.
 

En esta tensión se juega la capacidad de la diaconía de la iglesia de aportar al fortalecimiento del Estado y la democracia o aceptar el aggiornamiento al modelo neoliberal y la política económica de mercado de Estado mínimo y subordinación de todo el aparato y proceso productivo a la acumulación de capital para la inversión financiera en desmedro de la generación de trabajo, la calidad de vida de la población y la sostenibilidad de la naturaleza.

Lic. Jorge Weishein

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Artículo publicado en Página Valdense en la edición de septiembre 2018