Unos 300 años después de la
decisión del Sínodo de Chanforan de adherir a la Reforma, los valdenses vivirán,
y como consecuencia del estrecho vínculo creado con distintas iglesias
protestantes, una experiencia conflictiva: el risveglio o despertar. Este
movimiento de renovación estuvo presente en todas las iglesias protestantes y
por tanto el vínculo de los valdenses con los reformados suizos de habla
francesa fue la puerta para que su influencia llegara a ellos.
Será Félix Neff, un predicador
proveniente de Ginebra, quien llega a Lucerna San Giovanni en junio de 1825,
para realizar una gira de evangelización durante un mes, y traer esta nueva
manera de vivir la fe. Su palabra persuasiva motivó a muchas personas
necesitadas de una vivencia de la fe que su vieja iglesia ya no les podía dar.
En este sentido, hay
consenso en definir que la vida espiritual de la comunidad valdense en ese
período era estrictamente formal y tradicionalista, más cercana al Dios de los
ejércitos del Antiguo Testamento, que al mensaje de la salvación en Cristo. Eran
respetuosos y participaban de las prácticas religiosas, pero más como un hecho
de costumbre que de motivación personal a partir de la fe. Ellos sabían y se sentían parte de un pueblo ligado
a una experiencia de fe heredada de los padres. No estaba en duda el sentido de
pertenencia, pero lo dejaban bajo la responsabilidad de los pastores.
Ese bajo nivel de
espiritualidad fue sacudido a partir de la llegada de Feliz Neff, quien fue
invitado a predicar en San Giovanni, San Germano y Torre Pellice, además de
guiar una serie de reuniones para propiciar el avivamiento. Su prédica era una
invitación a reconocerse como pecadores, a hacer acto de arrepentimiento y abandonarse
a la gracia de un Dios amoroso, a confiar en la misericordia de la salvación en
Jesucristo, a vivir en la esperanza de su retorno.
Si bien esta prédica no
echó raíces en el liderazgo pastoral de la zona, ni en la mayor parte de la
comunidad, generó en varios un resurgir de la fe y sus prácticas. Comenzaron a
organizarse reuniones en casas de familia, con lectura y meditación de la
Biblia, canto de himnos y oraciones libres, actividades con un carácter muy
distinto de aquellas ya fijadas y formales de la liturgia reformada
tradicional. Líderes como el maestro Daniele Meille y el anciano del
Consistorio de San Giovanni, David Lantaret, propiciaron estas iniciativas.
Pero pronto estalló el
conflicto. Aunque es bueno señalar que no será la prédica lo que ocasionó el
enojo y la reacción contraria, sino sus duras críticas al modo de vivir la vida
religiosa. El pastor Bert en Torre Pellice se lamentó que hubiese predicado
como si la comunidad valdense nunca hubiera oído el Evangelio. Por su parte el
pastor Mondón, pastor en Lucerna San Giovanni, cuestionó la crítica que se
hacía a costumbres como el baile por ser contrarios al pudor y a la honestidad,
y los juegos militares como el tiro al blanco que se solían practicar los
domingos.
Con la expulsión de
Lantaret del Consistorio de San Giovanni, en 1830 la fractura estaba consumada,
aunque será en mayo del año siguiente que se dará la verdadera escisión, con la
formación de una iglesia disidente, que contó la asistencia del pastor Giovanni
Gay, recién llegado de Ginebra con todas las ideas del risveglio.
Con la muerte del pastor
Mondon en 1832 el clima adverso fue disminuyendo y sobrevino una división
interna entre los mismos disidentes. Fueron éstos en 1833, en ocasión de la fiesta
católica del 15 de agosto en la cual estaba prohibido a los valdenses trabajar,
quienes se dieron cita sobre las alturas de Angrogna, haciendo surgir lo que
hoy recordamos y celebramos como la fraternidad valdense.
Como toda tensión, quedan
cosas importantes que señalar de esta experiencia y que una nueva generación de
pastores ayudará a valorar. Hay un volver a la Biblia, a la centralidad de
Jesucristo y sobre todo un claro énfasis en el ministerio de los laicos, que
toman un protagonismo perdido. Se percibe nuevamente el desafío de la
evangelización. Hay una crítica al
formalismo, al mero racionalismo y a actitudes de vida poco evangélicas.
En su libro “Los
Valdenses 3”, Giorgio Tourn hace un planteo sobre el tema que me parece vigente
en tanto es una tensión permanente: ¿Debe conservarse la herencia del pasado o
hay que dar vida a un nuevo modo de ser “valdense”? Sin duda el desafío es ser valdense en cada
momento histórico y ello pasa por la fidelidad a Jesucristo y su evangelio. Hay
una identidad que debe renovarse constantemente.
Sergio Bertinat
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Bibliografía
Armand Ugon, Augusto. Storia dei valdesi/2 Claudiana, pág. 277-283
Gastaldi, Ugo. I movimenti de resveglio nel mondo protestante. Claudiana, pág. 125-131
Tourn, Giorgio. Los Valdenses 3. Ed. Iglesia Valdense, pág. 274-278
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Artículo publicado en Página Valdense en la edición de Septiembre 2017
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