La frase «cuidar a los que cuidan» está
presente en nuestras prácticas diaconales desde que tengo memoria. Y
seguramente está desde mucho antes. Claro que sería más justo decir «cuidar a
las que cuidan», porque en la gran mayoría de los casos, son mujeres las que llevan adelante este
ministerio.
Recuerdo que hace años, desde la Comisión
Central de Institutos y Obras de Servicio (CCIOS), durante una buena temporadase implementaron una
serie de talleres para quienes trabajaban como cuidadoras (y algún cuidador
también) en las obras de servicio del Presbiterio Colonia Sur. Se llamaron «talleres
de salud integral»,su objetivo era brindar a quienes cuidan algunas
herramientas que les permitieran desarrollar mejor su tarea. En definitiva, eso
es parte del cuidado al que nos referimos en el título.
Sin embargo, cuidar a quienes cuidan va mucho
más allá de lo que puede brindarse a través de capacitaciones específicas. Eso
es necesario, claro, pero no alcanza. Quienes
cuidan necesitan apoyo para sostener el cuidado que brindan, para no sentirse
agobiados/as. Quienes cuidan necesitan saber que hay hermanos y hermanas en la
fe a quienes les importa lo que hacen, que oran por su ministerio y por su
salud.
En Gálatas 5 encontramos uno de los pilares de
lo que llamamos diaconía: «sírvanse los
unos a los otros por amor. Porque toda la ley se resume en este solo
mandamiento: Ama a tu prójimo como a ti mismo».
La diaconía se refiere al acto de curar y reconciliar, vendar heridas y tapar grietas, restaurar la salud, SANAR, o lo que es lo mismo, restaurar la integridad de las partes; y no puede hacerse sólo como servicio: debe hacerse por amor.
Hay muchísimas personas en nuestras
comunidades que dedican el tiempo que disponen al ministerio diaconal, y
necesitan ser cuidados/as, a su vez. Porque dedicarse por entero al cuidado de
las otras y los otros es una tarea que nos enriquece y que nos llena el alma,
pero también es muy desgastante.
Sería importante que pudiéramos salir de la
declaración y pasar a la acción. No quedarnos sólo con la frase «cuidar a
quienes cuidan», sino poder ponerlo en práctica. Tal vez alguna capacitación en
herramientas técnicas o sicológicas que
permitan a nuestros diáconos y diaconisas mantenerse con buena salud. O
una pastoral específica para diáconos y diaconisas, que les dé sostén cuando
sus fuerzas fallan, que les recuerde que lo que hacen, lo hacen por amor, y es
Jesucristo mismo quien les sostiene. La oración personal es un gran recurso,
y su complemento necesario, la
intercesión comunitaria.
En el Presbiterio Colonia Sur este año hemos
logrado poner en práctica una vieja idea, algo que ya se hizo antes, aunque tal
vez ahora tenga otro contenido. Las directoras y director de las cinco obras de
servicio sinodales se reunieron – y decidieron seguir haciéndolo- para
escucharse, compartir sus alegrías y sus inquietudes, alentarse, contenerse; en
definitiva cuidarse desde un lugar de
paridad(no puedo decir ‘igualdad’, porque cada uno de los cinco lugares es diferente
y específico, cada persona sirve de una manera única, por eso prefiero hablar
de ‘paridad’.) Lo comparto aquí, no
porque piense que es un ejemplo a seguir, sino sólo como algo que se está
haciendo, y oro porque prospere.
Sería deseable que pudiéramos encontrar, en cada
lugar y en cada situación, las maneras más adecuadas de sostener este cuidado,
las mejores formas de cuidar a quienes cuidan ya que es imprescindible si
queremos que esta forma de diaconía sea sustentable en el tiempo. En oración,
seguiremos pidiendo al Padre que nos ilumine.
Milka Charbonnier
Artículo publicado en Página Valdense en la edición de Junio 2017
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