PAGINA VALDENSE

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lunes, 26 de junio de 2017

Cómo incluir el cuerpo en nuestra espiritualidad cotidiana



La autora de este artículo es maestra en educación inicial y común. 
Es educadora sexual y también estudiante de psicología. Por años fue 
tallerista en el Parque XVII de Febrero en relación a la formación y 
capacitación de líderes aportando miradas vinculadas al cuerpo, 
fue coordinadora del Hogar Estudiantil de la Iglesia Evangélica en 
la ciudad de Montevideo buscando, junto a Javier Pioli, introducir 
perspectivas corporales en la convivencia espiritual desde la fe.

En esta oportunidad, nos comparte su opinión sobre la importancia 
de vivir la espiritualidad, también, a través del cuerpo.



Cuerpos excesivamente expuestos. Cuerpos objetos. Cuerpos desconectados. Cuerpos segmentados por lógicas biológicas, políticas, sociales, sexuales y religiosas. El cuerpo parece haberse convertido en un proyecto por el cual hay que trabajar, por un lado, cuerpos internos que respondan a la felicidad y la elaboración personal; y por otro, cuerpos externos que cumplan con las normas contemporáneas de belleza. Estos cuerpos segmentados responden a una sociedad que se ha desarrollado en función de grandes dualismos, como el bien y el mal, alma y cuerpo, inocencia y culpabilidad, etc. Donde los extremos representan una virtud o la falta de virtud, donde para responder a todas estas normas quedamos atrapados y atrapadas en formas negativas de vida que nos dañan, y nos impulsan a una búsqueda constante de felicidad que nunca alcanzamos, porque en realidad buscamos el ideal de la felicidad.



De nuevo, cuerpos deprimidos, cuerpos enfermos, cuerpos ansiosos y como dice Luis Gonçalvez: «Nos contentamos con poco, nos afectamos con poco, nos aproximamos poco: la vida se va transformando en un régimen afectivo de la indiferencia, del aislamiento y/o de prepotencia urbana, en donde la solidaridad, el apoyo mutuo, las matrices grupales de ser -en- grupo se van perdiendo en un movimiento progresivo de despotencialización del deseo y de alienación social» (Gonçalvez Boggio, 2009).



Ante todo este panorama, creo que es necesario pensar hoy en qué es el cuerpo, y reflexionar en cómo incluirlo en la espiritualidad cotidiana para no quedar atrapados/as en lógicas que dañan, además de poder elucidar aquellos momentos cotidianos en los que nos vemos acorralados/as por mandatos a los que no logramos responder de forma efectiva y feliz. Si logramos derribar la idea fragmentada de cuerpo físico -mente y alma- y podemos pensarlo como ¨encuentro de intensidades¨ y como ¨potencia¨, poseedor del poder de afectar y ser afectado, creo que podríamos encontrarnos con nosotros/as mismos/as y con otros/as. ¿Por qué incluir al otro/a en este encuentro? Porque un cuerpo cuando se encuentra con otro se afecta, y afecta al otro/a, se intensifica o no, se hace más fuerte o más débil. Si logramos encontrarnos con nuestros cuerpos, conectarnos, sentirnos y conocernos, lograremos ser capaces de reconocer cuando algo nos afecta y nos potencia, sabremos ser capaces de reconocer en el otro/a su afección.



El cuerpo habla, aun cuando creemos estar en silencio, nuestro cuerpo expresa mensajes que influyen en otros/as, y los/as afectan; incluso podemos no ser conscientes de esto. Spinoza (filósofo: 1632- 1677) planteaba que se habla mucho de la conciencia y sus leyes, de las mil formas de mover el cuerpo y de sus pasiones, pero ¨no sabemos ni siquiera lo que puede un cuerpo¨. Haciendo referencia al hecho de que la conciencia es un instrumento ciego que no logra discernir las relaciones de composición o descomposición que experimentan los cuerpos. Desde este punto creo en la necesidad de comenzar a conocernos, poder descubrir la relación entre nuestro cuerpo y aquel que nos llena de alegría, que nos compone. Se vuelve fundamental concebir el cuerpo del otro/a como potencia que puede ser afectada y esto implica poder ser capaces de reconocer nuestro lugar en esa afección.



La espiritualidad cotidiana se vuelve un paso de lo individual a lo colectivo, se vuelve una experiencia innovadora que estimula las relaciones de horizontalidad, de igualación y diferencia. Se vuelve colectiva en el momento en que logramos comprender que los cuerpos son ¨flujos de intensidades singulares¨ que se encuentran, que en cada singularidad se expresan las diferencias potenciales de cada ser. Poder lograr un «nosotros»  que promueva relaciones afectivas abiertas a encuentros, donde se conciban las diferencias individuales como potencias, pienso que podrían ser los caminos que apuesten a la transformación emancipatoria del pensamiento, de la vida afectiva, de las condiciones materiales de existencia y podamos salir de las lógicas mencionadas al comienzo de este artículo.

Lejos de agotar este tema propongo el encuentro desde esta mirada, propongo un cuerpo concebido como potencia, capaz de mucho más de lo que somos conscientes y los/as invito A ENCONTRARSE para construir un nosotros/as lleno de singularidades intensivas que crean y emancipan nuestros pensamientos para vivir una vida plena. 



Por Natalia Bertinat Pontet




Bibliografía:

        Deleuze, Gilles (1984). La diferencia entre una ética y una moral. En Deleuze, G.: Spinoza, Filosofía práctica. Tusquets: Barcelona.

        Foucault, M. (1985) Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Siglo XXI, México.

        Gonçalvez, Boggio, L (2009). Cuerpo y subjetividades contemporáneas. Disponible en http//www.academia.edu/11497032/Cuerpo_y_subjetividades_contemporáneas.

        Telles, A. (2009) Parte II. Capítulo II.5- La problematización de lo singular-colectivo (pp. 74-75); Parte II.          Capítulo II.6- Una aproximación a la cuestión de la subjetividad (pp. 76-77). Capítulo III.3- Afirmando el porvenir. (pp. 117-154). En A. Telles Política Afectiva. Apuntes para pensar la vida comunitaria. Paraná, Entre Ríos: Editorial Fundación La Hendija.


Artículo publicado en Página Valdense en la edición de Mayo 2017


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