en la escuela o el jardín, los adolescentes en el liceo… un día de
tormenta, como tantos…
Los que estaban afuera vieron una nube blanca y una nube negra
que se cruzaban y ahí “empezó a bajar”, una tormenta fea “que te
envolvía”, “papeles” o “pájaros” que volaban, que en realidad eran
chapas, eran techos.
Yo trabajo en un consultorio, lo único que sentí fue el ruido. Un
ruido fuerte, aturdidor, desconocido, y después el viento… Trabajo
con niños, así que atinamos a agruparlos en un rincón y abrazarlos
‘como mamá gallina’; ellos lloraban, tenían miedo y preguntaban
por su familia. “Es un viento fuerte… no sabemos qué camino va a
tomar, pero seguramente están todos bien”- les decíamos-. ¿Qué
otra cosa les podíamos decir?, gracias a Dios tuvimos razón y estaban
todos bien, pero la verdad es que no teníamos dimensión de lo que
estaba pasando.
Cuando termino todo, salimos. Abrimos la puerta para los que
empezaron a llamar, gente lastimada que se encontró con el tornado
por la calle, gente llorando. Vimos casas derrumbadas en el barrio,
motos y autos tirados, un camión dado vuelta. Tuvimos miedo.
Intentamos comunicarnos con nuestras familias, pero ya no había
señal. Yo tuve la suerte de poder comunicarme un minuto con mi
esposo y pedirle que fuera a buscar mis hijas, después de ahí, nada.
(...)
Rememorar ese fin de semana duele. Duele pensar en las personas
afectadas, en los edificios, en las pérdidas de todos los tipos, en el
miedo, en la desesperación. Duele recordar la cara de los demás y
reconocerte en cada uno. Duele no entender que nos pasó; y a la vez,
verlo con tus propios ojos.
Me preguntan ¿cómo reaccionó la iglesia? ¿Cómo decidieron dejar
la reconstrucción del templo para después? Creo que no lo pensamos,
solo miramos al costado y vimos a nuestro amigo/a, a nuestra familia,
nuestro vecino/a. Nos dimos que cuenta que había que salir a ayudar
en la emergencia. En un primer momento me dijeron “la iglesia
desapareció”, pero no es cierto… lo que desapareció fue el templo, pero
no la iglesia. La Iglesia somos nosotros, y tenemos que estar presentes
para toda la comunidad.
Cada uno con sus dones salió a trabajar; todos salimos dónde y como
pudimos a colaborar con el de al lado, con el vecino, con el prójimo de la
cuadra que sea, ayudándonos entre todos, porque de una manera o de otra
todos nos vimos afectados. En un primer momento fue sin organización
institucional que respaldara; cada uno con su vecino, con su barrio, o con el
más allegado; lo importante era ayudar, no importaba a quien.
(...)
De a poco nos vamos levantando. Lleva mucho tiempo, sobre todo para quien
se quedó con nada… la ayuda está, pero gestionarla es lo complejo, y lo que
genera mayor ansiedad.
Como dice el banner ubicado en las ruinas del templo de la Iglesia de nuestra
comunidad: Dolores: “Reconstruida serás, y tus ruinas reedificaré” Isaias 44:26
Paola Guigou
Parte del artículo 'Historia de un pueblo que se recontruye', Página Valdense, Junio 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario